Al girar la esquina de aquel barrio periférico, al final de esa calle recta tan larga enmarcada en viejas tapias blanqueadas con cal, apareció en lo alto, entre una profunda oscuridad de tonos azul marino, una inmensa luna, bordeada de lado a lado por abajo por un brillante reflejo de luz, un filo que estaba dibujando una sonrisa casi plena, como si me estuviera mirando haciéndome un guiño; como si pretendiese decirme que los tratos o proyectos por los que había apostado ese día fuesen a salir bien. Era una sonrisa realmente grande, casi burlona, como la sonrisa del gato juguetón de Alicia en el País de las Maravillas... ¿Entonces era un guiño o era un burla?... ¿Era para mí? Sentí un áurea inquietante en ese momento de "feelling" interestelar, como si el universo intentara decirme algo que yo no comprendiera, conocedor de mi futuro incierto...
Reconozco que el hecho de llevar en el reproductor del coche como norma general música positiva, resta encanto a la "casualidad" de que en ese momento, Manu Chao dijese "próxima estación: Esperanza", y mi mente, sin querer o queriendo (no estoy segura de la proporción), ya fuese enlazando todas las señales...
Torcí a la derecha para coger la avenida principal, y varios bloques de edificios más modernos cortaron la conexión, y la sonrisa despareció entre ventanas y escaleras del mundo moderno, dejándome con la duda de qué augurios hay para mí en el mes de Abril... confiaremos en que nos deparará cosas buenas, aunque no sean fáciles, y así podré devolverle el guiño a la luna. ;)
Científica y racionalmente, es obvio que esa "sonrisa" no sería para mí. Pero es tierno por no decir asombroso, cómo la "jodida" subjetividad nos hace ver esas cosas hermosas "cuando las necesitamos"; como cuando algunas personas miran al cielo, y creen que en el cielo también alguien les mira...
O como en la película que he visto hoy, "VIVEN", cuando sale el sol
ResponderEliminargracias por tu comentario. Seguro, en la vida hay muchos momentos así, sólo que no siempre nos damos cuenta.
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