jueves, 28 de noviembre de 2013

Haberlas Hailas....

A propósito de Halloween... estuve yo pensando en por qué cuando alguien hace cosas malas, o es mala persona, se dice "qué bruja es...".
Y es que, claro, estamos acostumbrados a ver las brujas como las malas de los cuentos, de las películas (qué sería de ellas sin "los malos"), y así mismo lo aplicamos a la vida real: brujas verdes, narigudas, cejudas, con berrugas, con risas estridentes...
Las de la realidad, no necesariamente son así.
Pueden tener un cuerpo de escándalo, y simplemente ser muy "h.... de p..." (y que conste que no me gusta nada nada nada esa palabra, pero entendedlo como la expresión que es, como si nos "puteasen"/fastidiasen mucho), con mala fé dentro. A veces más "sirenas" (mitológicamente hablando) que brujas por lo embaucadoras...
Sin embargo, me parece que eso es como envenenar la figura de las brujas, que por otra parte tanto me gusta, como sanadoras, como chamanes, como curanderas, como mágicas, ... Con ese encanto que las rodea...
Y una tercera imagen que se me viene a la cabeza, es la de "brujita sexy", como más comercial y más picante...

Imaginaros, hablando de un sólo ser, por así decirlo, de una identidad, "LA BRUJA", se nos ocurren como tres facetas, tres personalidades, o tres figuras que pueden representarlo. O posiciones donde con la influencia de nuestra imaginación, podemos situarlas, siendo lo mismo, en algo bueno, algo malo, o algo morboso...
Y es que, lo desconocido, nos puede dar miedo, nos puede dar esperanzas, o nos puede dar morbo...
Esto ocurre en la vida real, con todas las personas. Cada uno somos como somos. No se puede generalizar. Ni todas las brujas son iguales, ni todas las personas son iguales. Ni todas las mujeres son brujas...jeje.
Pero, como dicen por Galicia, "haberlas hailas", y yo me alegro.




viernes, 15 de noviembre de 2013

Fábula de la serpiente y la libélula

Estos días he encontrado por separado una imagen y una historia, a las que encuentro mucha relación, y quería compartirlas con vosotros. Espero que os gusten. ¡Nunca dejéis de brillar! Ni intentéis quitarle el brillo a nadie, cada cual tiene uno especial.


Cuenta una fábula que en cierta ocasión una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga; ésta huía muy rápido y llena de miedo de la feroz depredadora, pero la serpiente no pensaba desistir en su intento de alcanzarla.

La luciérnaga pudo huir durante el primer día, pero la serpiente no desistía, dos días y nada, al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga detuvo su agitado vuelo y le dijo a la serpiente: ¿Puedo hacerte tres preguntas?

- No acostumbro conceder deseos a nadie, pero como te voy a devorar, puedes preguntar, respondió la serpiente.

- Entonces dime: ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
- ¡No!, contestó la serpiente.
- ¿Yo te hice algún mal?
- ¡No!, volvió a responder su cazadora.
- Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?
- ¡Porque no soporto verte brillar!, fue la última respuesta de la serpiente.

Muchos de nosotros nos hemos visto envueltos en situaciones donde nos preguntamos:
¿Por qué me pasa esto si yo no he hecho nada malo?
Sencillo... porque hay algunos(as) que no soportan verte brillar.

La envidia es uno de los peores sentimientos que podemos tener.
El hecho de que envidien tus logros, tu éxito, etc., ¡que envidien verte brillar! te va a afectar en más de una ocasión, pero cuando esto pase, ¡no dejes de brillar!
Continúa siendo tú mismo(a), sigue dando lo mejor de ti, sigue haciendo lo mejor, no permitas que te lastimen, no permitas que te hieran... ¡Sigue brillando y no podrán tocarte!, porque tu luz seguirá intacta, porque siempre habrá quien te apoye, porque tu huella permanecerá, porque el recuerdo de lo que fuiste e hiciste quedará, ¡pase lo que pase!

DESCONOCIDO


Justo esta semana un compañero me hablaba de que la gente intenta herirte cuando te tienen envidia... ¿Envidia por qué? Cada uno sabe lo que tiene y lo que no tiene, lo que es y lo que no es. Todos tenemos cosas de las que sentirnos orgullosos, éxitos, y otras de las que arrepentirnos o preocuparnos. Si conocieran cien por cien nuestra situación, quizá no nos envidiaríamos tanto, o si realmente fuésemos cien por cien felices, o lo tuviéramos todo, igual esas personas que lo envidian, no hubieran hecho todo lo que uno ha hecho para conseguirlas (esfuerzos, sacrificios, etc.) "Lo único que cae del cielo, es la lluvia"
Y en caso de envidiar nosotros algo que nos es ajeno, deberíamos preocuparnos por alisar y embellecer nuestro propio camino. Cada cual, dedicarse al suyo, pues los gustos, las circunstancias, las situaciones, las influencias, las decisiones tomadas, etc. son distintas para cada persona, y por eso no podrá haber dos caminos exactamente iguales, dos vidas exactamente iguales. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Ave nocturna

Era primeros de Octubre. Salí tarde de trabajar. Esos momentos "mágicos", después de las doce de la noche, y antes de la una del día siguiente, son "la hora cero", cuando más respeto me da conducir...
Por entonces, ya anochecía antes, y también se notaba que el frío estaba llegando poco a poco. Algún banco de niebla baja sorprendía en mitad de una recta, o al girar una curva.
A esas horas, poca gente transitaba por aquella carretera secundaria. De hecho, no recuerdo si en esa ocasión me crucé con uno o con ningún vehículo que, en el mismo o en el sentido contrario, compartiera esa nacional que unía pueblitos tan pequeños. Lo cual, el hecho de que nadie más lo viera, hace que esto fuera algo más "increíble". 

Estaba algo cansada, pero no demasiado somnolienta. Aunque para evitar una cabezada o un silencio incómodo que le diera rienda suelta a mi cabeza para pensar en misterios, iba acompañada de música. 
Llevaba las largas, para visualizar mejor el camino y romper con la oscuridad desde una mayor distancia, alternando con las cortas para curvas, cambios de rasante, zonas de niebla, o con mejor visibilidad. Lo común. 
Hasta ahora, ningún animalejo se había cruzado en mi camino por esas carreteras, a excepción de algún conejo, alguna liebre, o como mucho algún ratoncillo. Pero, esa noche, para mi sorpresa, "se me apareció" (o yo se le aparecí) o "encontré" (no sabría bien qué término utilizar...), uno muy especial. 

Faltaban apenas 20 km para llegar a casa, tan sólo una aldea y un paraje, y el próximo pueblo sería mi destino. Estaba en una recta, cuando, a lo lejos diviso que hay algo en mitad de mi carril. Pensé que podría ser una liebre o un conejo, o cualquier otro animal similar. Parpadeé intermitentemente con las luces del coche unas cuantas veces, pero no reaccionaba.

Conforme me iba acercando, seguía alternando las luces, y frenando. Ese animal parecía más grande que lo que había pensado en un principio, pero aún no sabía qué era. Me resultaba muy extraño que no reaccionase, pero advertí que su cabeza no estaba mirando hacia mí; yo no veía el brillo de sus ojos, y por eso mis luces no le molestaban. ¿Estaría sordo/a? ¿Estaría herido/a?

Cada vez estábamos más cerca, y él/ella no reaccionaba... por lo que reduje la velocidad todo lo que pude, intentando evitar un choque, atropello, o cualquier cosa parecida. 

Oh sí, era bastante más grande que un conejo. Aún permanecía parado/a. Podía verle el cogote. ¿Eso eran plumas? Tenía forma de ave. Era un ave. Su figura se parecía mucho a la familia de los búhos, con una cabeza redondeada.
Empecé a pitar, para que se desplazase, andando, volando, como quisiera, como pudiera... Pero nada de nada. No reaccionaba... 

Frené mi coche ya de una vez, en seco (dentro de que ya llevaba una velocidad muy reducida).
Estaba ahí totalmente parada en mitad de la carretera.
Desde que comencé a frenar había bajado la música, casi por inercia, para dedicar toda mi atención a la vía, y al momento, por lo que el silencio ahora sí me acompañaba, arropando esa insólita escena para mí, junto con la oscuridad y el frío de la noche. 

Paré muy cerca de él/ella, casi justo en los límites de lo que llamaríamos el "espacio personal". Me incliné un poco esperando ver algo más. Su tamaño llegaba a la matrícula de mi coche. Tenía como un plumaje marroncito. Permanecía ahí, sin inmutarse ni con mi presencia, ni con mi cercanía. Quieto/a, inmóvil. Yo dejé las mínimas luces encendidas para no molestarle tanto.  
En esa corta distancia, me parecía inminente que el animal girase su cabeza, y encontrarme de frente unos enormes e impactantes ojos. ¿¡Ojos de búho!? Eso es lo que esperaba.
Es cierto que he observado por el día varias veces en esa zona algo parecido a un halcón surcando el cielo a su antojo, como dueño y señor del territorio; pero, en esta ocasión, mi vista quería reconocer el borde de unas pequeñas y puntiagudas orejitas de búho...
Aguantaba expectante para aquel instante, mientras pasaban los segundos... Deseaba ya encontrarme con esos ojos, ver su tamaño, su pico, comprobar si su pechera era blanca...

De repente, el animal desplegó a la par sus alas, en un gesto firme de grandiosidad, rompiendo con aquella paralizada escena, rasgando la quietud de aquel cuadro nocturno, como poniendo fin a un hechizo, mostrándome su envergadura. Y se dignó a alzarse en vuelo, ¡sin mirar atrás! Me dejó sin ver su mirada, esos ojos, enormes ojos que llevaba imaginando y esperando desde el primer momento en que vislumbré su figura...
Ahora me faltan adjetivos para calificar su vuelo, pero en ese momento, me asombró su magnificencia, su majestuosidad...
Salió volando en oblicuo hacia delante, permitiéndome ver sus alas extendidas a través de la luna delantera por muy poco tiempo, y se perdió entre la oscuridad... 

Fue entonces cuando retomé mi camino, "flipando" todavía, boquiabierta por aquel momento fastuoso que la naturaleza había puesto en mi camino, digno de cualquier sueño o fantasía, por la hora que era, y por toda la simbología que quienquiera puede adjuntarle. Pues el búho se considera en algunas culturas o tradiciones un elemento de suerte, superstición, augurios, etc.  

Es una pena que, esos segundos que ahora describo y pueden parecer más largos, al igual que a mí se me hicieron en cierto modo largos, fueron breves en realidad, y por tiempo, y por precisamente ese estado de asombro-sorpresa, incredulidad-confusión, junto con el juego de luces y sombras, y medio sueño-cansancio, no pudiera fijarme en más detalles para definirlo mejor... Lo lamento.

Pero me gusta guardar la vivencia como algo impresionante, impactante si queréis, como un momento de esos que me gusta compartir, y más con personas que sé que aman estos momentos que nos sorprenden, tanto o incluso más que yo. :) :) :)

Días después, comenté aquel acontecimiento con algunos conocidos. Algunos, me dijeron que podría ser un chotacabras, porque suelen hacer sus nidos a nivel de suelo. Pero busqué información en internet, (y aparte de encontrarme con "cuarto milenio"), son demasiado pequeños, y tienen una cabeza demasiado pequeña y nada redondeada comparada con el ave que yo ví... Si bien el plumaje podría tener algo que ver... 
Otra persona me dijo que podría tardar en irse, como buen depredador nocturno, si tenía algo entre sus piernas, como si hubiera cazado algo... Pero yo no le ví nada entre las piernas, ni estaba comiendo, ya que su cabeza permanecía fija en la misma dirección, no estaba picoteando nada... y en todo caso pienso que hubiera huído con su presa para que no se la quitaran...
Y finalmente, un compañero que comparte esa carretera casi a diario, me dijo. "¿Por esa zona? ¿Uno así, grandote? Sí, claro, yo le he visto algunas noches por ahí"... Supongo que es ese...
¡Vaya! Osea que no he sido la única. Existe... :)

Me quedé con la duda de saber qué animal era... Pero de momento, ese misterioso animal, que por lo visto ronda aquella zona cerca de la aldea, para mí será, al menos, y de momento... "El guardián de la noche"...
  

lunes, 4 de noviembre de 2013

Escapada mental

¡Qué chiquitico se me ha quedao' Octubre! ...  :(
Tenía muchas cositas que me hubiera gustado compartir, pero hasta ahora no me he sentado frente al ordenador, y algunas ya se me han perdido por la cabeza... ay ay, jeje.

Y es que el tiempo pasa volando... O bueno, volando no, pero a veces las personas pasamos tanto tiempo "viviendo deprisa", repitiendo las rutinas tan cronometradas, cuadriculadas y aceleradas, separados de una vida "natural", intentando alterar incluso ritmos biológicos, desapercibiéndonos de algunos aspectos esenciales ( entendiéndose por eso la "esencia" de las cosas)... que te das cuenta de que pasa el tiempo cuando ves que tus uñas ya necesitan cortarse, si es que no te las has mordido ya por el estréss... y ni para cortarlas tienes tiempo, porque siempre tienes otras cosas que hacer. Ni qué decir tiene, para tomar un café con un/a amigo/a...
O cuando te baja la menstruación y piensas, "¡ostras!, ¿ya ha pasado un mes?".
O cuando llega la factura de la luz y dices "¿ya? ¿otra vea? ¿ya han pasado dos meses?"
Pero sobretodo, yo creo que cuando más te das cuenta es cuando llevas, aunque sean sólo un par de semanas, sin ver a un/a pequeñajo/a ( a tu hijo/a, sobrino/a, primo/a... ), y te sorprendes porque parece que ha crecido un montón... Es, como si te dieras cuenta, justo en ese preciso momento, de que te estás perdiendo muchos momentos...
Te enterneces un poco... Pero tras irnos a dormir con esa pequeña reflexión, preguntándonos si vivimos para trabajar o trabajamos para vivir, si estamos pasando demasiado tiempo fuera,  en cuáles son nuestras prioridades, si lo estamos haciendo bien, a dónde vamos por este camino, si es el que camino que realmente queremos... Al día siguiente, suena el despertador, y de nuevo más de lo mismo.

El otro día, estaba en el trabajo colocando unas cajas, como parte de mis tareas diarias, cuando descubrí dentro de mí misma, en mi paladar, el sabor amargo del café, que no es santo de mi devoción, pero al que llevo un tiempo aficionada por intentar mantenerme más despierta, en la búsqueda de su efecto activo.
Ahí agachada, de repente, notando ese sabor amargo como si de reflujo se tratase, con la boca seca y la saliba pastosa, deseando terminar la faena, mirando el reloj de reojo para que por fin terminasen las incontables horas, ... me trasladé a un escenario mucho más lóbrego, como mi fantasiosa imaginación acostumbra a transportame de vez en cuando, y a lo que estoy agradecida, aunque parezca un poco locura.
Me sentía, no sé por qué (porque nunca he sido como lo que imaginaba, y por tanto nunca me he podido sentir así, ni podré sentirlo fehacientemente), como un hombre de unos 40-50 años, cansado, en un despacho, a altas horas de la madrugada. Tenía a mis espaldas un sencillo ventanal, algo más grande que una ventana normal. Permanecía sentado, en una vieja silla giratoria, con unos estrechos apoyabrazos, pero con un gran respaldo, ante una mesa donde tenía muchos documentos, bolígrafos, un teléfono o dos, y un ordenador, que recuerde. La noche estaba ahí fuera, y yo ahí dentro, intentando quizás descifrar algún caso, o que me cuadrasen algunas cuentas, o intentando levantar un negocio que no ha ido muy bien, o terminando algún encargo, ... No lo sé, pero en cualquier caso, no parecía muy contento, como si estuviera allí por obligación.
Estaba fumando. Ese sabor a alquitrán que tanto acompaña al del café, estaba aparcado en mi boca. Y ese cigarro colgando de mis labios, que parecía que ni fú ni fá me hacía, sino que más bien estaba ahí como una de esas rutinas de las que hablaba antes, que adquirimos a veces sin querer, intentando distraernos, usándolo como excusa para hacer un descanso.
Aparte de la negrura de la noche, dentro del despacho también había oscuridad, excepto por el pequeño foco de una lámpara que apuntaba al centro de la mesa, por donde aparecían y desparecían los caminos del humo entre la luz y las tinieblas.
Sí, parecía aburrido y cansado. No sé si del trabajo, o de la vida. Aceptando que eso era así, y que seguiría siendo así. Me sentía... insípido, si es que un sabor puede definir un estado de ánimo... Como si el tabaco y el café hubieran aburrido (perdón por repetir)  a mis papilas gustativas, las hubieran saturado, colapsado, y no pudieran apreciar ya ningún otro sabor...
Era como si estuviera acostumbrado a que la noche me pillara en aquella habitación, y mi piel llevara mucho tiempo sin recibir la luz natural del sol, o mi olfato estuviera castigado sin poder disfrutar de los olores del viento en pleno campo... Incluso, me atrevería a decir que se notaba la ausencia de una vida social, y la tristeza o aceptación de perder mucha vida familiar...

Vaya usted a saber por qué estuve allí... Pero ya regresé, y aunque cada vez que ese sabor venga a mí, lo recuerde, espero no estar mucho tiempo por allá...

Os invito a llevar esas reflexiones más allá el ratito de antes de dormir... Buenas noches ;)