Ya visteis que el mes pasado no pude subir tantas cosas como me hubiera gustado... Ahora quiero contaros algunas, que me emocionaron y que os recomiendo conozcáis vosotr@s también. Perdonad que me extienda...
Pero, quería contaros algo mucho más concreto. Dentro de lo particular que para mí es este evento, hubo algo en esta edición que me encandiló especialmente (aparte del orgullo de oír contar, y de ver vender artesanías a un par de viejos amigos, que no por ello amigos viejos...) y es lo que voy a explicar a continuación.
Creo que tod@s tenemos alguna "cita" importante al cabo del año. Algún sitio, algún encuentro, algún lugar, algún evento que no podemos dejar de visitar año tras año, casi como una tradición. (Incluso pueden ser varios, y no sólo uno, según cada cual). Y la llegada de esa fecha nos hace mantenernos con cierta tensión, pero sobretodo, con ilusión el resto de días, esperando a que llegue de nuevo.
Este año, tras varios sin poder asistir a una de esas citas mágicas para mí, en este caso "la magia de las palabras", necesarias para la mente, para el espíritu, para renovarse... Tenía sitio en la agenda para asistir. ¡Perfecto! Pero no había nadie de la otra agenda, de la de teléfonos, que pudiera acompañarme... :(
Palacio del Infantado, Guadalajara. 22 Maratón de Cuentos. Foto: MJPL |
Aún así, pensé que no podía dejar pasar esa oportunidad, deseaba volver allí... se podría decir que hasta lo necesitaba. Siempre podría encontrar a alguien con quien mantener una conversación agradable, o compartir un rato...
Y sí... A pesar del largo viaje en solitario, me mereció la pena estar unas horitas por aquellos coloridos rincones, y fue un placer coincidir con viejas amistades, y escuchar dulcemente trocitos de historias que compartieron, afinando nuestros oídos y alimentando nuestra imaginación o nuestros espíritus, según lo profundas que fuesen.
Pero, quería contaros algo mucho más concreto. Dentro de lo particular que para mí es este evento, hubo algo en esta edición que me encandiló especialmente (aparte del orgullo de oír contar, y de ver vender artesanías a un par de viejos amigos, que no por ello amigos viejos...) y es lo que voy a explicar a continuación.
Había programadas unas cuantas actuaciones no gratuitas, a las que en principio no pensaba ir, porque aunque eran baratas, no llevé nada de presupuesto (apenas algo suelto por si ocurría un pequeño imprevisto). Pero me recomendaron que eligiera al menos una, porque por lo visto, los narradores que venían, realmente merecían la pena.
No me cabe la menor duda de que todos fueron geniales. Hablé con gente que estuvo y disfrutaron mucho con todos. Yo, finalmente, y a pesar de mi economía... también elegí y afortunadamente pude escuchar a varios.
Ya era la hora de la siguiente actuación, para la que había comprado entrada. Muchas personas estábamos haciendo cola en un patio mediano, donde por suerte, había algo de vegetación que aportaba pequeños trocitos de sombra, en aquella tarde tan calurosa, donde cualquier papel servía como improvisado abanico. Precisamente ese calor, y el tiempo de espera que se prolongaba (puesto que no había terminado aún el anterior acto), hacían un poquito menos soportable la cola...
Entretanto, allí sola, intercambiando algún comentario superfluo con el resto, esperando el turno para entrar, veo como un señor con barba, así como que no quiere la cosa, poco a poco, casi como si se hiciese un poco el despistado, mirando a un lado y a otro, despacio, iba ganando puestos paralelo a la fila para entrar... hasta que efectivamente, entró. Este hecho, cuanto menos, me resultó un poco mosqueante.
Tomamos asiento, en el patio donde ya había estado anteriormente ese mismo día, hasta que todo el mundo pasó y se acomodó, esperando al artista, quien nos traería nuevas historias y protagonistas, ansiosos de esos nuevos mundos... Cuál fue mi sorpresa, cuando descubro que quien se sube al escenario, desconocido anteriormente para mí, era la misma persona que había entrado justo al lado de la cola de espera...
Cómo explicar la cara que se me tuvo que quedar...
¡Yo creo que sí puedo explicarlo...! (Aunque pido perdón primero por destripar una historia). Creo que justo fue una cara así como la de esa historia, que precisamente él contó modificando algunas cosas, donde pongamos que dos personas se sientan en un mismo sitio, y ambas creen que han comprado la misma cosa, pero a la hora de ponerse a comérsela, se dan cuenta de que otra persona está comiendo también de ese mismo recipiente, que creen que es el suyo, y siguen compartiéndolo pero mosqueados, con despecho, ... hasta el final. Y tras partir, cuando ya se alejan y no volverán a verse, el que creía que le habían "robado" parte de su comida, se da cuenta que su comida quedó intacta en otra mesa, o en su bolso... Y que realmente la otra persona, de la que él pensaba mal, había estado compartiendo lo suyo con un desconocido, que era él...
Un poco cara de estúpida...
Un poco cara de estúpida...
Había elegido esta actuación porque leí que le acompañaba un llamativo acordeón,y reconozco que, además de música, soy una nostálgica. Me apasionan las historias reales, llenas complicidades, los amores y los desamores, las aventuras y las desventuras que nos hacen suspirar, las afortunadas y desafortunadas coincidencias que nos juntan y nos separan en el baile de la vida, y que nos ocurren a tod@s, sin importar edades, ni lugares, ni idiomas... Ay! Que me emociono... jejeje.
Ésto era lo que anunciaban de él Cuenta-tina (información para leer). Lo anunciaban en español, aunque muy humilde, el narrador portugués que lo hizo fantásticamente bien, dijo que eso quizá era demasiado gentil...
A partir de aquí... ¡¿qué puedo deciros de Luis Correia Carmelo?! Creo que me enamoré de él, por su expresividad, por su tacto al contar, y me enamoré también de sus historias, sin duda... aunque conociera ya algunas.
Las notas mágicas del acordeón, que acompañaban cada relato y marcaban con su ritmo, intensidad y sus silencios, las pausas de éstos, envolvían todo con un toque romántico, mágico... No sé si estaba en París, si en Venecia, si en Grecia (donde guardo buenos recuerdos de un bar con acordeones de fondo), si en la plaza de uno de esos pueblitos donde se ambientaban sus historias, si en una novela con banda sonora...
Buah!! Genial. Me gustaba tanto que quería inmortalizarlo, para luego compartirlo, pero me dio hasta miedo grabar nada de allí, romper el momento con un camarazo, ... Pensé que buscando luego en casa, encontraría algo para enseñaros... aunque ha sido muy poco... Por eso, sólo puedo recomendaros, que si tenéis ocasión, le veáis, le oigáis, le escuchéis, ...
Y no puedo decir nada más, más que me fuí encantada. Mis felicitaciones para él, si alguna vez pasa por aquí...
Buah!! Genial. Me gustaba tanto que quería inmortalizarlo, para luego compartirlo, pero me dio hasta miedo grabar nada de allí, romper el momento con un camarazo, ... Pensé que buscando luego en casa, encontraría algo para enseñaros... aunque ha sido muy poco... Por eso, sólo puedo recomendaros, que si tenéis ocasión, le veáis, le oigáis, le escuchéis, ...
Y no puedo decir nada más, más que me fuí encantada. Mis felicitaciones para él, si alguna vez pasa por aquí...
Artículo de Luis C. Carmelo "Mi tina y yo" para leer
Os copio el final para quien no vaya a leerlo entero, porque la increíble descripción de esa sensación me ha dejado K.O. en el buen sentido, como música, como oyente, como nostálgica y romántica, y como soñadora:
"En una conversación que tuve no hace mucho, Nicolás Buenaventura Vidal compartió conmigo una de sus lecturas, L´Invisible, de Clément Rosset. Me mostró una frase especial que decía que “la verdadera música no estaba en las notas, sino entre las notas”. ¿Qué es lo que está entre las notas? No lo tengo claro. Pero me parece que es eso que el hecho de contar con la concertina me permite explorar. Lo mismo que tal vez exista “entre” quien cuenta y quien oye. La narración no está ni en uno ni en otro, está “entre” ellos. Por eso es tan difícil hablar de lo que hacemos, reconocer eso tan especial que sucede cuando contamos y oímos historias."
Os copio el final para quien no vaya a leerlo entero, porque la increíble descripción de esa sensación me ha dejado K.O. en el buen sentido, como música, como oyente, como nostálgica y romántica, y como soñadora:
"En una conversación que tuve no hace mucho, Nicolás Buenaventura Vidal compartió conmigo una de sus lecturas, L´Invisible, de Clément Rosset. Me mostró una frase especial que decía que “la verdadera música no estaba en las notas, sino entre las notas”. ¿Qué es lo que está entre las notas? No lo tengo claro. Pero me parece que es eso que el hecho de contar con la concertina me permite explorar. Lo mismo que tal vez exista “entre” quien cuenta y quien oye. La narración no está ni en uno ni en otro, está “entre” ellos. Por eso es tan difícil hablar de lo que hacemos, reconocer eso tan especial que sucede cuando contamos y oímos historias."
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